La gran emoción por el almuerzo junto al Papa Francisco en la iglesia de San Petronio, en Bolonia, les debe haber pasado rápidamente. Lo demuestra el hecho que dos de los veinte detenidos que se sentaron a la mesa del Pontífice, colocada en la basílica durante la visita del Santo Padre del 1° octubre, pensaron que era mejor fugarse que rezar una plegaria con el Papa argentino.
Y aprovechando un descuido de los guardias, se perdieron los rastros de los dos, que se fugaron en medio del almuerzo y después de escuchar al Papa recitar el Ángelus en la Plaza Mayor de la ciudad.
Ahora son buscados por la Policía, que ayer se presentó en la Curia, en Vía Altabella, para pedir información a la jerarquía eclesiástica.
El Vaticano informó que el Papa Francisco presta una atención especial a la situación de los presos, y acostumbra a reunirse con grupos de reos durante sus viajes dentro y fuera de Italia. Y que a pesar de este hecho, no dejará de hacerlo.
Sobre la evasión rige la más estricta reserva de los investigadores porque se trata de un hecho evidentemente embarazoso. Los dos fugados, ambos napolitanos, estaban detenidos en la casa de Trabajo y Reclusión de Castelfranco Emilia, en el Modenese, una estructura para la reinserción social, alternativa a la cárcel dura y dividida en dos secciones: una para los tóxicodependientes y otra para los “internados”, o sea los reos sujetos a una vigilancia especial por ser considerados socialmente peligrosos. Los fugados estaban en esta sección y los informes sobre ellos eran reiteradamente negativos.